Vista aérea de un hombre y una mujer de negocios dándose un apretón de manos en un patio soleado con jardines verdes y un banco de ladrillo curvo.

Fortaleza económica: cómo Latam se ha convertido en un socio fundamental

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Actualmente, el contexto comercial y geopolítico ha sido uno que ha generado incertidumbre en el hemisferio; viejos aliados enfrentados y los puentes económicos construidos por décadas se ponen a prueba cada día debido a agendas políticas incompatibles. No obstante, América Latina se ha mostrado resiliente y ha crecido en los últimos años a pesar de las circunstancias y esto es clave de cara a una recuperación macroeconómica regional.

Según la CEPAL, el crecimiento económico de Latinoamérica se proyecta en un 2,3 % para 2026, en un contexto de moderada pero constante recuperación. Asimismo, el Banco Mundial prevé que la región crecerá un 2,5 % en 2026, gracias a una demanda interna más resiliente pese a presiones globales. En su informe más reciente, el IDB identifica reformas clave: productividad, integración intrarregional, formalización laboral y gasto público eficiente como motores para capitalizar la oportunidad de crecimiento sostenido. Incluso, la OECD también reporta un aumento de la confianza en las instituciones públicas en la región, impulsado por mejoras en la integridad y la participación ciudadana.

Estos factores muestran el potencial que tiene América Latina para invertir y convertir a esta región en un socio idóneo. Es en la unidad de la Latam y en la búsqueda de objetivos comunes que se puede fortalecer la relación con países como Estados Unidos, esto en calidad de paridad y crecimiento conjunto.

El panorama regional: gobernanza como motor de estabilidad

Uno de los mayores promotores de la estabilidad en la región han sido reformas fiscales y a reservas más robustas, esto según el IDB, lo que ha permitido a América Latina resistir shock externos. Pero más allá del blindaje macroeconómico, lo que está marcando una diferencia es la calidad de las instituciones: gobiernos más transparentes, reglas más previsibles y un entorno más propicio para la inversión privada.

Por ejemplo, la confianza en las instituciones públicas ha sido central para convertir capital en desarrollo. Según una encuesta de la OCDE, Latinoamérica ha registrado aumentos en la confianza ciudadana en el gobierno, vinculados con mejoras en la rendición de cuentas y la participación cívica. Cuando los ciudadanos perciben que las reglas son claras y aplicadas de forma justa, no solo aumenta la legitimidad del Estado, sino también la probabilidad de que las empresas inviertan con seguridad y a largo plazo.

Vista aérea cenital de una multitud de personas caminando en diversas direcciones sobre el asfalto, proyectando largas sombras doradas al atardecer.

Otros factores a tener en cuenta para entender el buen momento de América Latina son:

  • Capital y gasto público eficiente: El informe del IDB pone en relieve cómo mejorar la eficiencia del gasto —por ejemplo, reduciendo filtraciones en subsidios energéticos o mejorando la transparencia en contrataciones públicas— podría liberar recursos equivalentes a hasta 1.8 puntos porcentuales del PIB, impulsando el crecimiento económico.
  • Transparencia fiscal: El informe de la OCDE sobre transparencia tributaria refleja un progreso sostenido en la colaboración entre países latinoamericanos para compartir información fiscal, lo que fortalece la recaudación y reduce la evasión.
  • Innovación y producción transformadora: La Latin American Economic Outlook 2025 de la OCDE señala que la región puede dar un salto productivo adoptando políticas de desarrollo industrial inclusivas, bajas en carbono y que favorezcan la inversión pública y privada.

Todo esto contribuye a un círculo virtuoso: más inversión, más empleo formal, más crecimiento sostenible. Según Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para Latinoamérica, la región debe avanzar con “reformas audaces y prácticas que aumenten la productividad y mejoren el clima de negocios” para generar empleo y oportunidades. Además, los informes del IDB y la OCDE coinciden en que fortalecer la gobernanza y la transparencia no es solo una cuestión moral, es una estrategia económica eficaz, pues:

  • Atraen capital privado, porque los inversionistas valoran la reducción del riesgo institucional.
  • Facilitan el financiamiento doméstico, ya que la recaudación mejora cuando hay confianza en el sistema tributario.
  • Estimulan la formalización empresarial, porque los emprendedores ven un entorno más justo y estable para operar.
  • Permiten políticas de largo plazo, como transformación productiva o innovación verde, gracias a reglas duraderas.

Una muestra de ello son las cifras más recientes de la CEPAL, que reportan que la inversión extranjera directa (IED) en América Latina y el Caribe alcanzó los** US$ 188.962 millones en 2024**, lo que representa un aumento del 7,1 % respecto al año anterior. Un dato clave de este reporte es el papel de Estados Unidos, que consolidó su posición como el mayor inversor en la región, aportando el 38 % del total de la IED registrada ese año.

Esta fuerte participación estadounidense no solo refleja la confianza de empresas con presencia histórica en América Latina, sino que contribuye directamente a sostener la estabilidad macroeconómica regional. Gran parte de ese capital proviene de compañías ya instaladas en la región que decidieron reinvertir sus utilidades. Esa reinversión es particularmente valiosa porque refuerza los lazos comerciales y productivos existentes.

Además, la inversión de EE.UU. en América Latina está diversificada: no se limita a materias primas, sino que también impulsa manufactura, sectores productivos y energéticos. Esto contribuye al desarrollo productivo, al empleo y a la modernización de la economía latinoamericana, convirtiendo la IED en una herramienta estratégica, tal como lo recomienda la CEPAL para políticas de desarrollo más inclusivas.

El mensaje es claro: la gobernanza y la transparencia no son obstáculos al crecimiento, sino su sustento. Cuando los países establecen reglas confiables y las aplican con coherencia, generan un entorno en el que tanto los ciudadanos como los inversionistas participan con confianza.

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