


En un entorno donde muchas ideas mueren antes de nacer por falta de apoyo, las incubadoras universitarias y los centros de innovación en Latinoamérica se han convertido en aliados esenciales para los emprendedores que están dando sus primeros pasos.
Emprender suele comenzar con una chispa, una idea que aparece en medio de una clase, una conversación o una necesidad sin resolver. Pero para muchos emprendedores, ese primer impulso se encuentra rápidamente con un muro: personas que aseguran que “eso no va a funcionar”, que “eso ya existe” o que “empezar es demasiado difícil”. En ese punto, la falta de orientación puede apagar incluso a las mejores iniciativas.
Sin embargo, en toda Latinoamérica, especialmente en Colombia y Panamá, existe un ecosistema poderoso que está cambiando esa historia. Se trata de las incubadoras universitarias y centros de innovación, espacios donde los emprendedores no reciben un “no”, sino acompañamiento y herramientas para convertir una idea en un proyecto real. Allí, equipo multidisciplinarios compuestos desde ingenieros, diseñadores, economistas, investigadores hasta mentores especializados en diferentes áreas se unen para guiar a quienes están dando sus primeros pasos, mostrando que sí es posible emprender con confianza cuando se cuenta con la orientación adecuada.
Durante la última década este tipo de acompañamiento se ha consolidado. Varias universidades entendieron que el emprendimiento no es un asunto improvisado, sino que se trata de un proceso que necesita estructura, retroalimentación y, sobre todo, espacios donde los emprendedores se puedan equivocar sin miedo mientras encuentran el camino correcto.
Así nacieron y se fortalecieron incubadoras como el Parque E de la Universidad de Antioquia, On.going University de la Universidad EAFIT, Start Factory en la Universidad del Rosario, entre muchas otras que funcionan actualmente como laboratorios reales para probar y perfeccionar ideas. “Una idea es algo que se nos puede ocurrir en cualquier momento. Lo bueno es poderla conectar y volverla una idea de negocio”, explicó Simón Echeverry, coordinador de On.going University de la EAFIT, que insistió en que lo importante es que esa idea termine convirtiéndose en un prototipo viable.
A través de la incubadora, les brindan acompañamiento a los emprendedores de la universidad, tratando de conectar esas ideas para convertirlas en negocios, “no consideramos a un emprendedor como alguien que crea una empresa, sino alguien que ve una oportunidad en una problemática y crea algo a partir de eso”.

Estas incubadoras comparten un principio: acompañar para reducir riesgos. Los emprendedores reciben mentoría personalizada, talleres de validación, entrenamiento para presentar sus proyectos y seguimiento constante para asegurar que cada decisión tenga fundamento. Muchos estudiantes llegan con una idea apenas esbozada y terminan desarrollando prototipos funcionales, modelos de negocio claros e incluso postulándose a convocatorias que les permitirá recibir capital semilla.
Ruta N, con sede en Medellín, se ha consolidado como uno de los epicentros más importantes de innovación en América Latina, ya que logra conectar personas, ideas y recursos para que la ciencia, la tecnología y la innovación, CTI, fluyan por toda la ciudad. Desde su creación, se ha convertido en el motor que articula el ecosistema a través de los programas de incubación, acompañamiento especializado y redes de apoyo, Ruta N potencia el crecimiento de emprendimientos de base tecnológica y promueve un ambiente ideal para que nuevas soluciones escalen y se consoliden.
Más allá de Colombia, el fortalecimiento del emprendimiento también avanza en otros países de la región, como es el caso de Panamá, donde las incubadoras universitarias y los centros de innovación han crecido de manera acelerada. Instituciones como la Ciudad del Saber y el Centro de Emprendimiento de la Universidad Tecnológica de Panamá impulsan programas que combinan mentoría, laboratorios de prototipado, asesoría financiera y convocatorias de microbecas para ideas en etapas iniciales.
El ecosistema de apoyo al emprendimiento en la región también se fortalece a través de iniciativas internacionales como YLAI (Young Leaders of the Americas Initiative), del Departamento de Estado de Estados Unidos, que capacita a emprendedores emergentes a través de mentorías, pasantías profesionales y formación en modelos de negocio, YLAI promueve prácticas empresariales innovadoras que impulsan el comercio, fomentan la creación de empleo y fortalecen la sostenibilidad de los proyectos.
Además, este programa consolida redes de apoyo entre líderes de América Latina, el Caribe, Canadá y Estados Unidos, ampliando el alcance de las incubadoras locales y permitiendo que los emprendedores intercambien conocimientos, accedan a nuevas oportunidades y conecten con mercados internacionales.
Al final, más allá de los programas, las incubadoras o las alianzas, lo que realmente transforma las economías son las personas. Emprendedores que se atreven a empezar, a equivocarse y a volver a empezar las veces que sean necesarias. Iniciativas como estas no solo brindan herramientas o formación: abren puertas, acompañan procesos y conectan historias que, juntas, hacen posible que las ideas de hoy se conviertan en oportunidades reales para el crecimiento y fortalecimiento de la región.
Los pagos digitales impulsan confianza, inclusión y crecimiento en la región.
